Una visión diferente del aborto

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Me parece muy interesante este artículo sobre el aborto, teniendo en cuenta el absurdo con el se trata este tema, en el que un asesinato se transforma en derecho de la mujer. (Lo reproducimos con el permiso expreso del autor).


La nueva realidad lingüistica y conceptual que está viviendo la sociedad occidental y, en más medida, España, deja abierta la puerta a una libertad en la que cada particularidad cabe y en la que cada caso o actuación concreta se arroga la calidad de único y necesario, ante el cual ninguna voz, por autorizada que esté, tiene la potestad moral de, siquiera, mencionar, y menos de criticar. Quizás sea esta la razón por la que el frikismo se ha hecho tan popular, y no me refiero a los seguidores de ninguna saga.

La realidad del aborto, como todos sabemos, se basa en la decisión de la madre sobre el feto humano, que no es más que una cuestión de valor, porque lo que se pone sobre la palestra en esta discusión es el valor de la madre sobre el valor del nonato. Pero, sobre todo, la realidad del aborto se basa en la no consideración del nonato como persona, por lo menos, hasta que no supere unas pocas semanas de vida. Cuestión ésta en la que tampoco se ponen de acuerdo los expertos.

Un nonato es ya un ser, o ¿hay alguien que pueda decir lo contrario? El feto humano pertenence al ámbito del ser, a la existencia. Incluso, el embrión humano pertenence ya al ámbito de la existencia. No es una idea, un concepto o un deseo. Es un ser en los inicios de la vida, pero que ya es vida. De ahí la imposibilidad de defender la idea de que el feto o el embrión "no sean nada" o que se les sitúe a la altura de un objeto manipulable y controlable por nosotros.

Negar el "es" de la existencia del embrión y el feto humanos, supone admitir que lo que existe, no existe y negar que algo es, es propio de mentes esquizofrénicas o de intereses que, sabidamente, corren parejos al control de la especie humana y su dominación.

Las diferentes opiniones con respecto a este tema se basan en la confusión de dos planos bien distintos, la voluntad y lo dado, lo que queremos y lo que de hecho sucede en la realidad. Algunas veces estos dos planos pueden coincidir, sobre todo, en cuestiones de índole ideológica, pero en la intención del aborto, éstos no pueden estar más separados, porque en la realidad el aborto subyace una voluntad que niega la realidad dada de hecho, de ahí la consideración del feto humano como algo inerte y desprevisto de la dignidad de persona.

La cuestión no es si el embrión humano es persona o no lo es, porque esto no deja de ser una artimaña, unas veces inventada, otras impuestas desde los voceros sociales, para justificar el tratro de objeto dado al nonato de pocas semanas de vida, precisamente porque ya es una vida, aunque se encuentre en sus inicios.

La cuestión tampoco es el valor, si una madre vale más que el feto, o al revés, o si las razones de la madre valen más que las razones por las que el feto humano debería nacer. La ley, a día de hoy, está planteada según esta cuestión de valor porque otorga a las consecuencias de la maternidad más valor que a la propia vida del recién nacido, cuando, una existencia no puede, en ningún caso, valer más que otra. La existencia, la vida se da ya de por sí y, por tanto, tratar de valor a una madre o su nonato no tiene sentido alguno. ¿Vale más un banquero neoyorquino que un joven de un poblado marginal? ¿Vale más la madre que su hijo?

El tema en cuestión es que la vida, aún en sus primerísimas fases, ya ha comenzado y es independiente, incluso dependiendo totalmente de la madre para su supervivencia. La vida en el vientre materno ya es una vida y el aborto significa hacer desaparecer aquello que ya existe, independientemente de las consecuencias morales que se desprendan de este acto. Se querra extirpar del nonato cualquier referencia a la persona o restarle importancia con respecto a su valor, pero lo que no se puede negar que esa vida ya es vida, ya es un ser, ya es, ya existe. Por eso es imposible decir que son unas células o cualquier otro grotesco eufemismo. No es una potencia al estilo aristotélico, es ya un acto, y un acto radical, una vida radicalmente fundamental, única y necesaria.
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